Por Lucía Blanco
Cuando era pequeña, recuerdo que mi mamá me decía que mis muñecos y juguetes en la noche cobraban vida y que según yo los tratara, era como me iban a tratar. Creo, que sin saberlo, esa historia, me hizo cuidar no sólo de mis juguetes, en mi niñez; sino de mis relaciones y de la gente en mi vida.
Más grande, elegí la carrera de psicología más por descartar otras carreras, que por elección de ésta. Sin embargo, la elegí consciente de que no quería trabajar en la clínica; sino en la empresa. Para ese entonces ya sabía que quería ser maestra y que la docencia, que ya ejercía desde hacía algunos años atrás, era una de mis dos grandes pasiones en la vida. (La otra es la danza).
Desde ese momento y hasta la fecha, la vida se ha encargado de mostrarme infinidad de veces, cómo la dualidad, en mí, es algo natural e inherente a mi naturaleza. De ahí, que para mí, la visión de una moneda con dos caras, se volvió una metáfora que hasta la fecha utilizo para ejemplificar las dualidades que conforman la unidad y cómo los opuestos generan el equilibrio.
Con el paso del tiempo y la experiencia laboral en escuelas, en corporativos, en banca y en autoservicio y mi experiencia en recursos humanos dentro de éstas, el enfoque a la gente dentro de una empresa se fue haciendo mi día a día, mi cotidiano y mi área de expertise. Desde el relacionamiento y el enfoque de servicio hasta la planeación y logro de objetivos a través de la gente.
Este enfoque fue permeando en mis clases, en mis cursos y conforme adquiría más “horas de vuelo” en capacitación y docencia, me daba cuenta que el tema muchas veces no era el conocimiento lo que hacía que la gente fuera a un curso, era “encontrar algo” que les ayudara a resolver algún tema mucho más interno, que generalmente estaba relacionado o con una decisión o con una relación y casi en su mayoría con la comunicación de la una o de la otra. Es así, que adentrándome más en el mundo interior de las personas y mis propios estudios posteriores me fueron dando un enfoque hacia el desarrollo del ser, lo que llamaríamos: Desarrollo Humano.
Hoy distingo 2 mundos (he aquí la dualidad) el interno y el externo. Y también distingo al cuerpo como la frontera entre ambos. De ahí que el filtro que ocupo al ver a una persona o a una empresa me lleva a ver el mundo exterior y preguntarme: ¿si esto refleja hacia afuera, cómo está este tema en el interior? Y como empresaria y consultora, esta visión y esta pregunta no escapa cuando tengo contacto con alguna empresa y sus directivos. ¿Se darán cuenta que lo que ven, es un reflejo de lo que ellos tienen, o lo que no?, ¿Qué la gente que colabora ahí es sólo un reflejo de ellos?, ¿ que si no fuera suyo, no estaría en su entorno? ¿qué emoción es la que subyace en esta empresa?, ¿de qué se habla y de qué no?
Hablar del cuerpo, es hablar de la frontera entre los dos mundos, y también es hablar de emociones. Nuestras emociones, encuentran forma en nuestro cuerpo, tanto en las enfermedades y salud, como en la propia estructura corporal. Es un tema de hábitos, de nutrición. Lo mismo que en una empresa, en su estructura, están las emociones que mueven a esa empresa.
Desde este enfoque y sumada a mi dualidad inherente, me es imposible ver a una empresa sin su mundo interior. Y una metáfora que me da un paralelo de salud organizacional es la equiparación de cada una de las áreas de la empresa, a una parte del cuerpo. En donde la gente, es el mundo interior de la empresa, su alma; eso que está tan adentro que le da su esencia, su identidad y que sin saberlo o quererlo; es reflejo de sus dueños, de su cabeza. Y la estructura, la manera en que se conforma la dinámica de la empresa, la disposición física de los lugares de trabajo, las divisiones y subdivisiones, sólo son reflejo de sus emociones. Como en lo individual, las emociones van a guiar las acciones de la gente en la empresa, es decir sus comportamientos y éstos a su vez, han generado hábitos. la pregunta es: ¿estos hábitos ayudan a la empresa a lograr sus objetivos?, ¿son sanos?, ¿qué dicen de la empresa y su gente?
En Alma y Empresa, la gente, dentro de la organización, la equiparamos al corazón; a las relaciones, a los afectos; de donde sus hábitos, entre otras cosas, irán construyendo su identidad (alma). Sin embargo, no sólo es la gente dentro de la organización, ésta es parte de un todo, como en el cuerpo humano. Todo parte de la cabeza (dueño/director general) en donde se genera la estrategia y a través de conversaciones, procesos (manos) y recursos (materiales, financieros y humanos), esta estrategia va permeando a la operación (cuerpo), que al estar alineada de la cabeza a los pies (finanzas, que nos permiten dar pasos firmes), pasando por tener un área comercial sana (brazos), es decir que ingrese dinero; todas las áreas, todas las personas se alinean a un mismo objetivo, a un mismo rumbo. Y acaso, ¿no es eso lo que se pretende al tener un negocio o dirigir un área?
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